Posted: 8 enero, 2011 by Beatriz Gimeno in Artículos
Etiquetas: Feminismo, Lesbianismo, Sexualidad
1. Una aproximación política al lesbianismo
Me gustaría con este artículo aproximarme a una cuestión que, como feminista lesbiana, es crucial para mí y es explicar que el lesbianismo tiene una dimensión política que las feministas lesbianas tratamos de rescatar. Según esto, el lesbianismo no es sólo una manera de vivir la sexualidad, sino que puede ser también una opción política o vital. Para entender que el lesbianismo, la sexualidad en general, tienen desde luego una perspectiva política hay que asumir que homosexualidad y heterosexualidad no son equivalentes, ni son distintas maneras de vivir la sexualidad sin más, sino que son regímenes que cumplen distintas funciones sociales. La heterosexualidad, el régimen regulador por excelencia, no es la manera natural de vivir la sexualidad, sino que es una herramienta política y social con una función muy concreta que las feministas denunciaron hace décadas: subordinar las mujeres a los hombres...
El lesbianismo como opción vital y de resistencia tiene cientos de años de historia, pero sólo en el siglo XX esta idea puede articularse ideológicamente y convertirse en una posición política. Aunque han sido muchas las mujeres que, a lo largo de la historia ocuparon, voluntaria o involuntariamente, ese espacio que hoy llamaríamos del lesbianismo a causa de la opresión que sufrían como mujeres, las lesbianas feministas fueron las primeras, ya a mediados del siglo XX, que articularon sus motivos y que crearon un corpus ideológico coherente sobre ello. No existe, ni ha existido nunca ninguna barrera infranqueable entre las lesbianas y las demás mujeres...
La heterosexualidad no está naturalmente más extendida que le homosexualidad, ni es la manera en la que la mayoría de los seres humanos están condenados a relacionarse. La heterosexualidad no sólo se enseña, sino que además, se hacen ímprobos esfuerzos para que la mayoría de las mujeres sientan que no tienen otra opción; la heterosexualidad está fuertemente inducida, y de ahí los múltiples mecanismos destinados a sustentarla, a enseñarla, a favorecerla, a castigar la disidencia, a presionar a las mujeres para que se hagan heterosexuales en definitiva: mecanismos psicológicos, sociales, económicos, políticos. Si la heterosexualidad fuese natural, o siquiera beneficiosa para las mujeres, no necesitaría de los enormemente complejos mecanismos que se emplean para mantenerlas dentro de ella. El feminismo, entre tanto, lucha con denuedo para limitar los daños que la heterosexualidad provoca en las mujeres...
A pesar de las presiones, las mujeres siguieron su camino liberador y para los años 60 del siglo XX, gracias al Movimiento feminista, se había superado el modelo patológico en la mayoría de las instancias. Así, las feministas concebían el lesbianismo como una opción que estaba al alcance de cualquier mujer, era una opción política liberadora con un enorme potencial de cambio...
La ideología liberal y sus discursos, entre ellos el de las diferentes orientaciones sexuales, aparece como una verdad indiscutible que no nos permite ser conscientes de los mecanismos de opresión que sustentan esta realidad, aparentemente liberadora[...
El contexto de explotación, opresión y discriminación de las mujeres dentro de la institución de la heterosexualidad desaparece del análisis para convertirse en una tendencia privada y, por tanto, inocua. A cambio de la despolitización, se gana en respetabilidad y en derechos individuales. Se consolida el derecho inalienable a ser así...
2. Pero… ¿Es posible elegir?
Todo lo dicho hasta este momento no es más que una línea de argumentación clásica del feminismo lesbiano. Ante la misma, las feministas heterosexuales suelen argumentar que, aun compartiendo que la sexualidad es una construcción social y que la heterosexualidad obligatoria es una herramienta del patriarcado para poner a las mujeres en una posición subordinada respecto a los hombres, de ahí no puede deducirse que el deseo pueda modificarse a voluntad. Quizá sea difícil de entender para los hombres, cuyo deseo está, como hemos visto, rígidamente anclado a su subjetividad, pero no tiene que serlo tanto para las mujeres para quienes es un componente fluido de su personalidad. Lo cierto es que las mujeres pueden aprender a sentir deseo por otras mujeres, la mayoría de ellas intuyen que esto es posible, los hombres saben que es posible. Las mujeres han aprendido a desear a otras mujeres a lo largo de la historia, muchas mujeres lo hacen cada día, aunque no todas conciencien que su cambio es una auténtica huida de la heterosexualidad. La pregunta, pues, es la siguiente: ¿Es posible para las mujeres escoger su objeto de deseo de manera que éste se corresponda con lo que es una opción política y vital? Es posible y vamos a intentar explicarlo...