Marina Subirats es catedrática de Sociología en la Universidad Autónoma de Barcelona, fue directora del Instituto de la Mujer y ahora es una de las personas responsables de promover la igualdad de oportunidades en el Consejo Escolar del Estado. Es una de las voces más autorizadas en coeducación.
—¿Cómo valora estos 30 años de escuela mixta?—La escuela mixta ha sido un éxito para las chicas. Ha sido el gran instrumento de escolarización y de nivelación de titulos académicos entre sexos, de modo que hoy en día hay más mujeres que hombres con títulos universitarios y de enseñanza media. Por tanto, los méritos de la enseñanza mixta son indiscutibles.
—¿Que niños y niñas estén en la misma escuela significa que educar en igualdad?—No, la escuela no trata igual a chicos que a chicas. Ellas han entrado en un modelo escolar pensado para los chicos: hay una predominancia de la cultura masculina a la que han tenido acceso las chicas, pero los chicos no han incorporado la cultura femenina. Chicos y chicas tienen que aprender por igual los trabajos domésticos y el cuidado de las personas, las aportaciones de las mujeres en la historia, etc. Para que la escuela sea igualitaria falta cambiar el modelo cultural.
—¿Se puede justificar la segregación escolar para compensar a los chicos que ahora tienen menos éxito escolar?—No, la escuela segregada no se justifica para compensar a los chicos que se van quedando retrasados. Este retraso no se debe a que se les haga menos caso o se les ignore en la escuela mixta, sino a otro tipo de problemas vinculados a lo que podría llamarse la crisis de la masculinidad y el hecho de haberse desdibujado los papeles masculinos, que son cuestiones que la sociedad tiene que resolver pero no puede hacerlo volviendo hacia atrás, a que los hombres se sientan bien y protagonistas simplemente porque no hay mujeres. Y hay también otras razones, como el desfase de los valores actuales, etc. Separar a los chicos no arreglaría nada, sino que más bien tendería a enmascarar los problemas existentes. Dicho de otro modo ¿compensar de qué, cuando la escuela ha sido diseñada pensando en ellos, y en gran parte lo es todavía hoy? Es una opción que defiende la Iglesia por razones de tipo moral.
—¿Por qué las chicas tienen más éxito?—Precisamente porque tienen conciencia de que para ellas es más difícil abrirse camino en las empresas y lograr buenos puestos. Inconscientemente saben que a igualdad de condiciones se prefiere a un hombre, y por lo tanto saben que tienen que trabajar duro. Los chicos hasta ahora no tenían competencia, y tienen escasa conciencia de que hay que hacer un esfuerzo. Se les han quitado de encima las obligaciones antiguas, como las de mantener a la familia, y ahora, en muchos casos, les faltan estímulos claros para esforzarse en los estudios. Investigamos ésto en el libro Balones fuera: la reconstrucción de los espacios desde la coeducación.
—La Universidad de León rechazó crear una asignatura de igualdad para formar al profesorado con el argumento de que se hace de forma transversal. —Son necesarias las dos cosas, la transversalidad y que alguien se ocupe de impulsar la igualdad. Esto es como un cuerpo: sin el corazón el riego sanguíneo no funciona. El cambio de mentalidad se está produciendo en nuestro país, pero de manera muy lenta y se repiten de manera inconsciente las desigualdades.
—¿Hay que diagnosticar la desigualdad en la escuela? Existe la percepción de que a niños y niñas se les educa igual. —Sí que es necesario. En 1988 hice un trabajo en la escuela en el que preguntábamos si trataban igual a chicos y chicas y todos decían que sí. Nos pusimos a grabar y comprobamos que por cada 100 palabras dedicadas a los niños, había 74 para las chicas. Y no es que quieran ser desiguales, es algo inconsciente.