Las hermanas Antonia y Dori Santolaya Ruiz-Clavijo forman un dúo de autoras de libros infantiles muy notable. La primera, y la mayor, Antonia, que se ocupa de la ilustración, ha trabajado para editoriales como Anaya y SM, y también es la dibujante del nuevo cuento Las cosas que le gustan a Fran de Berta Piñán.
Dori, periodista y colaboradora de diversas oenegés, es la artífice de las historias. Juntas ya recibieron el ’Premio Apel.les Mestres’ por Las damas de la luz (Destino, 2000) y ahora presentan el cuento La niña de la luna, título con el cual se estrena la editorial Hotel Papel y su colección ’Violeta Infantil’.
Se anuncia que el libro está alejado de los «estereotipos sexistas». ¿Cuáles son esos estereotipos?
Casi todos los cuentos tradicionales están cargados de estereotipos sexistas que enseñan a los niños y niñas cómo deben comportarse a su sexo. Suelen incorporarse de forma inocente, ingenua e incluso divertida y, por eso, pasan desapercibidos a madres, padres y personal docente. Es lo que hemos visto siempre, lo que se relataba en los cuentos que nos leían y el reflejo de la realidad desigual que nos rodea. Los tenemos asumidos y asimilados como algo normal, producto de nuestra propia cultura machista. No es casualidad que en los cuentos las brujas aparezcan como figuras malvadas y los magos como seres inteligentes y buenos; que los príncipes valientes salven a las princesas sumisas; que la figura de la maldad se represente por madrastras (en femenino); que los niños siempre tengan que ser valientes, emprendedores, mientras que las niñas sean simples, bonitas, temerosas, obedientes...
Por tanto, su cuento es aún más didáctico de lo habitual en la literatura infantil.
Lo que no es habitual en la literatura infantil es la propuesta de la editorial Hotel Papel, que apuesta por la publicación de cuentos no sexistas y con valores positivos, impresos con cuidado y con ilustraciones brillantes: cuentos con protagonistas femeninas, los cuentos en los que las niñas son las heroínas y no las princesas, ni las amigas buenas que ayudan pero a las que nunca se les ocurren las ideas. Cuentos en los que las niñas no sean las lloronas o las temerosas, las obedientes o las chivatas, que hagan de mamás o cuidadoras. También hay pocos cuentos en los que los niños jueguen a las cocinitas, o sean tímidos y poco activos, en los que sigan a una niña en sus aventuras, en los que los príncipes sean salvados por las princesas. Y lo mismo ocurre con los papeles que se les dan en los cuentos a las mamás y los papás, las abuelas o los abuelos, las brujas, los reyes, etc.
¿Se escribe pensando en ello o es algo que se añade tras la idea original?
Cuando yo me planteo escribir un cuento pienso en un tema que quiero tratar, un valor que me interese resaltar o potenciar, porque no hay que olvidar que en todas las historias que se cuentan se lanzan mensajes, intencionada o involuntariamente. Luego le doy forma con elementos del imaginario infantil, elementos fantásticos y atractivos para los niños y niñas que me rodean y también para la niña o niño que todos llevamos dentro.
¿Y qué cuenta el cuento?
Es la historia de una niña aventurera que persigue su sueño y que con voluntad y la ayuda de sus amigos lo consigue.
El tándem entre hermanas debe facilitar el trabajo, ¿es así?
Para mí sí, porque voy sobre seguro. Me encantan los dibujos de mi hermana Antonia, me da confianza saber que ella recoge el relato y lo llena de vida, lo engalana brillantemente con colores y detalles que, sin duda alguna, lo engrandecen y enriquecen.
Antonia tiene una trayectoria más dilatada como dibujante que usted como escritora, ¿empuja la primera a la segunda?
Así es. Ella es la que me pidió el primer cuento que publicamos juntas, Las damas de la luz, y la que me impulsa a seguir escribiendo.