2010-04-13

LA INVISIBILIDAD DE LA DOBLE OPRESIÓN: MUJER CON DIVERSIDAD FUNCIONAL

Vanessa Gómez Bernal
Cuando hablo de invisibilidad, me refiero a no existir. La sociedad no se construye para todos y todas. Y cuando los colectivos reivindican sus derechos de ciudadanía, no se propone la sociedad modificar y adecuar el entorno para que sea el de todos los ciudadanos y ciudadanas, con todas sus peculiaridades, diferencias y características, prefiere camuflar al “diferente” para que pase como “normal”.

La “persona diferente” es una presencia problemática y casi fastidiosa; es una persona con plenos derechos, pero que se aparta de las expectativas sociales, y encima, se queja de que sus derechos no son suficientemente respetados o incluso reconocidos.

El problema no está en la diversidad, en la existencia de gente “diferente”; el problema y la conflictividad se encuentra en la valoración desigual que se hace de la diferencia, lo cual convierte la diferencia en desigualdad.

La sociedad que hemos creado necesita para funcionar un modelo de persona sana, lista, guapa, competitiva, joven y consumista. Las discapacidades no encajan bien en nuestra cultura, es una desviación.

Cuando hablo de MUJERES desde la discapacidad, me centro en el olvido del lugar social que ocupa y el sentimiento de doble opresión: por ser mujer y por tener discapacidad. Para visibilizar, primeramente hay que reconocer, hay que nombrar, hay que construir espacios alternativos para producir nuevas definiciones. No sé si por nombrar a nivel personal, como mujer con discapacidad visual, en un intento por pasar del “yo individual” al “yo colectivo”, como “nosotras”, contribuyo a hacerlas visibles, a hacernos visibles.

Mi experiencia me demuestra que no es lo mismo una mujer y un hombre con discapacidad. A las mujeres se les añade un extra de prejuicios y de vulnerabilidad, debido al modelo estándar y pretendidamente universal de eso que llaman “feminidad” o “identidad femenina”, y así somos doblemente etiquetadas. Por ello, es importante revisar cómo se etiqueta, y bajo qué criterios se hace para imponer una identidad preconcebida y generizada.

La doble discriminación se combina atendiendo al género y a la situación de discapacidad. La discapacidad es una variable temporal, cultural y situacional, ya que depende del contexto en el que se da: si se es mujer urbana, del medio rural, mujer del siglo XVI, mujer africana, o mujer occidental. Y la situación de género es estructural. Por ello, se puede percibir una discriminación añadida por tener una discapacidad, que por ser mujer que ya partimos todas de una situación de desventaja estructural, en esta cultura androcéntrica.

Es importante potenciar la individualidad e independencia: entendida como el reforzamiento de todas las capacidades y particularidades de la persona, para dejar de culpabilizar a la persona con discapacidad, a las mujeres con discapacidad, para ejercer en plenitud la situación de ser persona en sociedad, ya que es el sistema social el que pone las primeras barreras que limitan los derechos individuales: al trabajo, a las relaciones sociales, a la realización personal… Quizás yo siento que las mujeres con discapacidad representan un potencial de participación poco utilizado y potenciado por la sociedad.

Los términos limitantes o despectivos utilizados para denominar a personas con diversidad funcional, juegan un papel fundamental en el refuerzo de la infravaloración, y por lo tanto en el mantenimiento de la discriminación.

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